lugares perdidos

Sobre urbex, abandono e historias de decadencia y olvido.

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Novés 1936

Publicado por Mario Alfonso el 4 septiembre, 2017
Publicado en: Guerra civil española. Etiquetado: Belgica, fotografos, guerra, Pamestas, Peaton_pulse, urbexspain, zenalmor. 2 comentarios

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Éramos tan distintos, Asunción tan beata, tan mojigata, creo que nunca se había planteado porque creía, y yo agnóstico total, los dos habíamos nacido en 1901, yo en Yuncler, ella en Seseña, nos habíamos enamorado en las fiestas de Seseña y a los dos años nos casamos, con el problema de que yo, que me consideraba totalmente ateo no iba a hacer esa patochada de confesarme, y el cura, que se llamaba Timoteo, y que hasta ese momento le consideré mi amigo, se negó a casarnos sino me confesaba. Él, que todos sabíamos en Seseña que tenía un hijo, al que todos llamábamos “sobrino”, exigiendo rectitud cristiana… ¿Pero ¿quién se creía que era él, para dar ejemplos de rectitud cristiana? Después de una larga negociación por parte de familiares se consintió en realizar la boda, aún sin confesión.

No sé porque recuerdo eso ahora, mientras oigo como caen las bombas en Novés, abrazando a mi hijo de cuatro años que no deja de llorar y mirando a Asunción y a Flora que rezan de la mano con un soniquete apenas perceptible y un cierto bamboleo de sus cabezas. Hoy ha sido el primer día que los aviones han bombardeado, ya sabíamos que iba a pasar, llevábamos más de una semana preparándonos, cuando oímos los aviones Esteban y yo, gritamos a todos el mundo y los llevamos corriendo a la cueva, llamábamos así a una especie de refugio improvisado que estaba anexo al ayuntamiento, tuve que coger corriendo a Felipe que ya estaba comiendo bicarbonato, una golosina para un niño de cuatro años, y empezó a llorar, no sé si por el susto de que le cogiera o por el ruido ensordecedor de las bombas que caían.

La gente del pueblo me miraba a mí, como pidiendo una respuesta, como si el hecho de ser el médico de Novés me diera una sabiduría que no tenía. ¿por qué nos tiran bombas a nosotros? Por la noche, el bombardeo terminó y nos atrevimos a salir de la cueva, Novés estaba destrozado, no había ni una casa que no hubiera sufrido daños, me preparé a tener el consultorio lleno de heridos o familiares de heridos que venían a buscar de mi auxilio, pero no fue así, nadie vino, nadie se atrevió a salir de su refugio por si las bombas volvían.

El consultorio, que estaba muy bien equipado, había sufrido pequeños destrozos, las vitrinas donde se guardaban los medicamentos habían estallado en mil pedazos, pero la mayoría de las medicinas se mantenían en su sitio, el suelo era lo peor, lleno de cristales, de las dos ventanas una se mantenía hasta con cristales, la otra había desaparecido del todo, en su lugar un gran orificio que permitía ver los escombros que llenaban las calles vacías y oscuras de Novés.

Con las primeras luces ya en el pueblo se sabía que se había constituido el Comité de Novés, y quienes habían sido los primeros asesinados fueron Mariano Benayas Sánchez, Adrián Gómez Caro Ordoñez, Mariano Caro de Paz y Vicente Maroto Bullido. El primero era el Juez de Paz y los otros empleados del ayuntamiento. Después hubo muchas muertes más.

Por el bando contrario comenzaron más tarde, el día 6 de octubre de 1936, cuando entraron las tropas nacionales en Noves. Pero a diferencia de otras localidades vecinas, aquí sí hubo enfrentamientos armados para entregar la villa. En ese momento la represión cambió de signo. Pero la mayoría de los culpables de los asesinatos cometidos contra derechistas habían huido de la localidad hacia Madrid. Pagaron justos por pecadores. El pueblo quedó desierto ante el temor a ser víctimas de las atrocidades que, se comentaba, cometían los llamados moros. Dejamos las casas, animales y demás enseres abandonados. Noves era una villa fantasma teñida del color de la sangre.

Es imposible, al menos para mí, recordar el nombre de todos los vecinos muertos en ese mes de octubre y semanas posteriores. A Pablo Hernández Vivar, y a un tal Indalecio, cuyo apellido ignoro, les fusilaron en el camino de Caudilla. También asesinaron a otros cuatro o cinco, en la era de la tía Sara, entre ellos un señor conocido como el tío Guiñorra. El mismo día de la ocupación nacional, nada más terminar las escaramuzas defensivas, una señora gritó: “¡Matar a ese rojo!”, refiriéndose a mi amigo Esteban, mi compadre, mi hermano, el boticario de Novés, y su muerte fue inmediata.  Ahí decidí coger a mi familia y huir a Seseña.  Fue la primera de muchas huidas.

Durante tres meses la gente del pueblo había venido a mi casa en silencio, sin hacer ningún ruido, trayendo consigo objetos valiosos, normalmente de carácter religioso para que se guardaran en nuestro sótano, sabían de mis ideas políticas y daban por hecho que los soldados republicanos no iban a buscar allí. Se almacenaban en unas tinajas enormes que se completaban con paja hasta que una vez llenas del todo se tapaban y se identificaban con un número pintado con tiza, en ese momento se comenzaba a llenar la siguiente tinaja.

Ya hacía más de una semana que los nacionales habían tomado el pueblo y las visitas nocturnas habían desaparecido, así que en una noche oscura, después de la muerte de Esteban montamos en el coche, Asunción, Marisun, Felipe, Flora, Esteban y Florita y salimos en dirección Seseña, esperando que allí las cosas estuvieran mejor y a ser acogidos por las hermanas y la madre de Asunción. Tres adultos y cuatro niños, en medio de una guerra.

Tardamos toda la noche en hacer poco más de 70 km, los niños estaban mareados y no dejaban de vomitar, Flora no dejaba de llorar recordando una y otra vez como habían matado a Esteban y Florita y Esteban, en silencio, no abrieron la boca en todo el camino. Llegamos ya con las primeras luces del día, la casa familiar se encontraba al otro lado del pueblo. El pueblo estaba bien, alguna ventana rota, algún socavón en la calle, pero a simple vista no había sufrido mucho deterioro. Estábamos a 8 de Octubre de 1936 cuando llegamos a Seseña, y no sabíamos lo que se nos venía encima.

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Fotos: Mario Alfonso

Texto: Eva Saez @zenalmor.Basado en un suceso real de mi abuelo en la guerra civil española de 1936.

Localizaciones:

-Clinica Dr. Pepito(Belgica).

-Colegio de los Escoceses en Valladoliz(España).

-Vivienda en Chinchon( Madrid).

-Colegio Militar General Varela(Palencia).

 

 

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Entrevista en Onda Vasca sobre Urbex.

Publicado por Mario Alfonso el 27 agosto, 2017
Publicado en: Sin categoría. Deja un comentario

El URBEX como actividad, no es lo que era!!!

Están proliferando a través de YouTube muchos canales de exploradores en extremo temerarios. Hace poco en Vitoria se mató un joven por entrar en un lugar abandonado.

La entrevista me la hicieron el día 26 de agosto y es simplemente una explicación de lo que es el Urbex.

Os dejo un link de la entrevista, dura unos 15 minutos. Espero que os guste.

Saludos.

Entrevista Onda Vasca

 

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¡¡¡¿Donde esta mi puta mermelada?!!!

Publicado por Mario Alfonso el 14 julio, 2017
Publicado en: Fantasmas, Guerra civil española, Historias, Hotel, Madrid. Etiquetado: abandono, Fantasmas, Guerra civil española, Hemingway, Mario Alfonso, Misterio, muertos, Pamestas, Peaton_pulse, urbex, urbexspain, zenalmor. Deja un comentario

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¡¡¡¿Donde esta mi puta mermelada?!!!¡¡¡¿Donde esta mi puta mermelada?!!!¡¡¡¿Donde esta mi puta mermelada?!!! en mi cabeza no dejaba de oírse esa frase, el señor se había dado cuenta de que faltaba el bote de su mermelada, pero Julia no sabía ni lo que era la mermelada, tenia 5 años y no sabía lo que era la mermelada, y aunque no dejaba que entráramos a hacer su habitación, todos sabíamos que tenia la bañera llena de comida y de bebida. Solo quería que mi hija probara la mermelada.

Estábamos hartos del hambre, de mendigar unas lentejas… y menos mal que los padres de Aurora tenían un economato  lleno de latas y seguía abierto, la mayoría de las latas las intercambiaban por lentejas o pan o leche, pero comíamos muy poco y mal.

Y Julia, que solo tenia 5 años no había probado nunca la mermelada, ni siquiera sabía lo que era. En Madrid no había mucha fruta que conservar. Así que un día que vi la habitación sin el candado, use la llave maestra del hotel y entré en la habitación.

Era increíble, la bañera estaba llena de whisky, botellas y botellas de whisky, debajo de la cama, había latas de comida, botes de mermelada, había tantos, que no pensé que se fuera a dar cuenta, pero se dio cuenta. Ya me dijo Paquito el de la puerta “el Sr Hemingway es un mal hombre, tiene de todo pero no comparte nada”.

Pues si, le estaremos muy agradecidos de que este en nuestro país siendo corresponsal de la guerra, pero buen sueldo que tendrá, creo que hace crónicas para el North American Newspaper Alliance, y le pagan una habitación en el Hotel Florida y encima se va a cenar todos los días al hotel Gran Vía, que es el único sitio de madrid donde se puede cenar con seguridad porque siempre tiene provisiones. Y el resto estamos con hambre, con hijos que lloran porque se acuestan sin cenar, repartiendo un puñado de lentejas para 8, y con una niña que no sabe lo que es la mermelada.

Nadie sabe que fui yo el que cogió la mermelada, me hubieran echado del hotel, y en ese momento en Madrid no hubiera encontrado otro trabajo, y aunque fuera poco, algo llevaba a casa. La señora Dolores que era la ama de llaves debió sospechar, porque ante los gritos del señor esa mañana durante el desayuno, se acercó a mi y me dijo “Andres, tu no sabes nada de la mermelada, no?”, “yo que voy a saber Señora Dolores, yo que voy a saber” pero si sabia, si. Anoche nos la comimos entera, a cucharadas….

Nunca he dejado de escuchar Donde está mi puta mermelada? Hemingway se fue de España, la guerra acabó y en 1964 derribaron el hotel, yo ya no trabajaba allí, mis suegros me dejaron su economato y me dedique a él hasta que me morí de un infarto en 1972.

Mis antiguos compañeros del hotel, me decían que en el Hotel se veía un fantasma, que gritaba ¿donde esta mi puta mermelada? eso decían que pasaba cuando ya el hotel no iba bien, y estaban pensando en venderlo, y yo pensaba que lo decían para atraer turistas, que siempre hay gente que le gusta lo de la cosa de los fantasmas.

De hecho aunque no le di mayor importancia, no dejé de pensar en la mermelada de Hemingway, y cuando se hizo más famoso y todos leímos “Por quien doblan las campanas?”, incluso yo llegué a leer “El viejo y el mar”, seguía recordando el episodio de la mermelada, y no dejaba de recordar la cara de felicidad que puso Julia al saborear por primera vez la mermelada, años después Julia seguía diciendo que había sido la mejor mermelada que había tomado nunca, y la verdad es que nunca supimos de que sabor era, pero era algo que no habíamos probado nunca… o tenia tanto azúcar y nosotros tanto hambre que no fuimos capaces de reconocer.

Bueno, el caso es que en 1972, tuve un infarto y fallecí, y en ese momento escuche retumbando en mis oídos ¡¡¡Tu me has robado mi puta mermelada!!!, desde entonces, hace ya 45 años, no dejo de huir de un fantasma enfadado que me persigue por el mundo exigiéndome una mermelada que robe en 1937, porque mi hija de 5 años no había probado la mermelada y porque además tenía hambre.

Historia:

Autora: Zenalmor, Basada en una historia real sucedida en Madrid en 1936.

Fotos:

Autor: Mario Alfonso. De localizaciones en Portugal, Italia, Bélgica y Francia.

 

 

 

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Fotos reales del hotel Florida durante la contienda del 36…

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El terremoto de Villa Moglia

Publicado por Mario Alfonso el 26 marzo, 2017
Publicado en: Fantasmas, Italia. Etiquetado: abandono, Fantasmas, Peaton_pulse, urbex, urbexspain, zenalmor. Deja un comentario

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De hecho no recuerdo nada, ni siquiera la sensación de tiempo o espacio más allá de estas cuatro paredes donde los rayos solares jamás hacen acto de presencia. El tiempo para mí no es más que una nube de vapor, algo casi inexistente e inconsistente que pasa a mí alrededor y se desvanece como un fantasma ante una cámara. No hay forma de medirlo, pues no entra luz solar como ya dije, no hay ningún reloj ni ventanillas, y tampoco sonido alguno que me oriente en lo más mínimo. A veces aparecen cosas en la habitación, y en otras tantas desaparecen en intervalos irregulares; con la comida pasa lo mismo. Mis costillas resaltan entre la piel, y aunque no pueda ver su aspecto en medio de está horrible oscuridad, las siento abultarse en mis costados. Tengo un hambre atroz y mis delirios son constantes, lo sé por la cantidad de recuerdos difusos que se entre mezclan con lo que yo considero el mundo de los sueños. La frágil línea que separa la realidad de la ficción la tengo hecha añicos.

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En ocasiones tengo la ilusión de que alguien me llama con una voz  dulce, serena y melancólica proveniente de un lugar lejano e inalcanzable donde la esperanza abunda, el espacio-tiempo se dilata y se contrae en hermosos matices nunca percibidos. “Ven. Soy yo, Julia”, dice, y por un momento llego a ver a la propietaria de aquella voz tan dulce. Una sombra que poco a poco empieza a iluminarse; el contorno de unas largas y fuertes piernas rodeadas por un fino vestido de seda, una cintura contorneada contra la tela y, el rostro afligido de una mujer de la que no tengo la menor idea de quién es, pero con la vaga sensación de haberla conocido alguna vez. Luego la habitación empieza a cambiar, a iluminarse con luz fantasmal, una ventana aparece y a través de ella se ve un maizal. Una ligera brisa entra y se estrella contra mi rostro, es densa y repleta de ocre, las cortinas ondulan y el maizal se dobla en dirección al viento, y la mujer musita con aquella suave e inquebrantable voz fantasmal: “Ven. Sígueme”… Y entonces siento que no estoy en el suelo que soy capaz de sobrevolar el espacio, y entonces el lugar se vuelve a transformar y ahora se trata de una sala de teatro, de un escenario frente a las butacas, pero las butacas están rotas, destrozadas, y la voz dulce se transforma en una voz desagradable que ya no me susurra, sino me grita: “Ven”, en ese momento todo vuelve a su ser, la voz desaparece.

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Aquí las paredes son ásperas, secas. Son de un material desconocido para mí, pero guardan cierto parecido al yeso y al granito. No hay más que una vieja litera en un rincón, es dura y húmeda, por lo que suelo dormir en el suelo. La temperatura es fría y nunca cambia. Lo curioso de todo esto, es que nunca he encontrado señales de una puerta, he inspeccionado cada parte de está habitación con mis manos, y no encontrado nada más que las esquinas de mi prisión…

Sé que hay alguien ahí afuera y me observa, y ellos saben que lo sé.

Pero mi momento se está acercando. Escuchó los tambores y una voz electrónica habla desde un lugar. No le pongo atención, sea quien sea Julia, viene y esta vez yo me voy con ella. Su olor, su presencia se intensifica, y algo nauseabundo se hace presente. Mi corazón que está a punto de explotar en mi cabeza por la emoción, se llena con un incontenible pavor.

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“Ven. Sígueme” dice la voz amable y dulce, aunque se que se transformará en la voz desagradable, me tengo que ir con ella antes de que se transforme, pero no se como seguirla.

El suelo bajo mis pies empieza a temblar. Una puerta se abre. Hay dos enormes siluetas observándome desde ella, ocultas por un letal resplandor de luz que sale a chorros detrás de ellos y que calcina mis ojos.

“Ven. Sígueme”

Y entonces levito.

La habitación empieza a desvanecerse.

Ah el maizal bañado por la dulce y densa brisa. Aquella mujer, y el sol resplandeciente frente. Y de fondo, aunque disminuyendo gradualmente, el sonido de un grito. ¿De mi garganta, tal vez? No lo sé, ni me importa. La sensación de levitar se intensifica, y con ella aquel lugar tan fantasmal empieza a tomar forma real. La oscuridad se va. La voz de la que se hace llamar Julia se vuelve sólida. Pero en el fondo de mi ser una incontenible agonía y un terror punzante se aperan de mí, e incrementa junto con los temblores.

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De repente una visión de mi antiguo infierno aparece: el techo se desmorona, alaridos lejanos y llenos de dolor acuden a mis oídos, las paredes crujen y se desmoronan como arena, y entonces una mano pequeña y suave se posa sobre mi hombro, y aquella voz inquebrantable susurra: “Ya es hora. Sígueme”

Y entonces si la sigo, si se como seguirla.

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TEXTO EXTRAIDO DEL TIMES, CON EL ENCABEZADO: UN FUERTE TERREMOTO SACUDE ITALIA. SEPTIEMBRE 24, 1950.

Ayer un fuerte terremoto con una intensidad de 6,7° en la escala de Richter sacudió el centro de Italia. Su epicentro es aún desconocido, y ciertamente ha desconcertado a la comunidad científica. Los expertos aseguran que por una razón inexplicable, no pudieron prever dicha catástrofe.

Los daños son severos. Hasta el momento más de mil voluntarios, en conjunto con los bomberos y otros departamentos del País, han estado removiendo escombros de los edificios derrumbados para auxiliar a posibles supervivientes. La tasa de víctimas de calcula con al menos 120 muertos confirmados en estos momentos; 50 heridos, y 25 de gravedad, de entre ellos 5 niños menores de cinco años de edad y 7 adultos de la tercera edad, además se sabe que una clase de primaria junto a su profesor Ricardo Cappelli, estaban en el momento dentro del teatro de Villa Moglia, asistiendo a una representación privada del grupo aficionado de teatro L´Alquila, hasta el momento no se sabe nada ni del profesor ni de los niños.

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Fotos: Mario Alfonso

Historia: @zenalmor

Localizacion: Toscana Italiana, viaje 2015

 

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El fantasma del quirófano

Publicado por Mario Alfonso el 27 febrero, 2017
Publicado en: Hospital Abandonado. Etiquetado: abandono, Fantasmas, Misterio, muertos, Peaton_pulse, urbex, urbexspain, zenalmor. 1 comentario

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Repentinamente me desperté y estaba echada sobre algo realmente frío, frío y duro. Me estaban haciendo un reemplazo de cadera y alguien estaba levantando mi pierna y moviéndola en todas direcciones. Solo sentía dolor, mucho dolor, no estoy segura de lo que estaban haciendo con ella, solo era capaz de sentir un dolor inmenso. Entonces me di cuenta y pensé: Dios mío, estoy despierta. Sentí un terror inexplicable. Jamás en mi vida estuve más asustada. Lo único en que podía pensar era si no se darían cuenta, si seguirían moviéndome la pierna, solo trataba de decir “estoy despierta, estoy despierta”, pero no podía mover ni un solo músculo.

Fue terrible. No podía gritar. Ni siquiera podía mover mis brazos o mis piernas. Estaba haciendo lo posible, realmente aterrorizada. Debí estar así durante unos tres o cuatro minutos, no sabía que me pasaba y empecé a recordar todo el proceso que me había llevado hasta ese quirófano, recordé las pruebas que me habían realizado, el preoperatorio, hasta que llevaba más de 24 horas ingresada en ese horrible hospital porque el cirujano había pensado que era mucho mejor que me pusieran mis propias plaquetas antes de la operación.

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Recordé el tiempo esperando antes de que me bajaran en la cama de la habitación, recordé que me dejaron aparcada en la puerta del quirófano al menos una hora, recordé que oía a los médicos y enfermeras hablando animadamente, y que yo me sentía realmente asustada.

Recordé cuando metieron la cama en el quirófano, el frío que hacía dentro, que me ayudaron a pasarme de la cama a la camilla dura, recordé que estaba desnuda y que me moría de frío, recordé que una enfermera me tapó con una sábana y me preguntó que como estaba y que rápido llegaría la cirujana.

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Recordé al anestesista, que ya le había conocido en el preoperatorio, pero que solo me preguntó que cuanto pesaba y que me pareció desagradable y que me miró pero no me habló, se limitó a manipular una máquina que estaba en la cabecera de la camilla.

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Recordé una cabeza que se acercaba mucho a mi, me dijo que era la cirujana que se llamaba Teresa Arjonilla, y que me iba  a operar colocándome una prótesis que me ayudaría a caminar mejor, no podía dejar de oler su aliento a tabaco y a anís, y pensé que esperaba que lo hiciera bien, a pesar de que hubiera bebido porque estaba realmente asustada.

Recordé que el anestesista me dijo que pensara en algo agradable que así soñaría con cosas bonitas, y yo no podía dejar de pensar en la película The ring, que habían echado la noche antes en la televisión, y me costó mucho dormir porque esas películas de terror psicológico me asustan mucho.

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Entonces no se si lo recordé o simplemente lo deduje que me habían puesto una droga paralizante y que esa era la razón por la cual no podía mover ni un músculo. Algo debió pasar en ese momento, les oía hablar de que les costaba poner algo, de que estaba gorda y que era difícil acceder, y que me tendrían que poner morfina, y en ese momento dejé de tener dolor, en ese momento me dormí.

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Cuando me desperté, me encontraba en el mismo quirófano, pero estaba vacío no había nadie, había un silencio sepulcral, miré a ver si seguía teniendo la vía, pero no era capaz de verme el brazo, no sentía nada, intenté tocarme la cadera, pero no era capaz de moverme, no sentía nada, no sentía mi cuerpo.

No se cuanto tiempo pasó, yo seguía sin poder moverme y seguía siempre sola, no entendía porque no venía ninguna enfermera o auxiliar, no podía gritar, pero al menos no me dolía nada…

Cada vez que me despertaba notaba que el quirófano había envejecido, se estaba estropeando y nadie hacía nada, no lo entendía. Un día oí voces, eran 3 adolescentes con pintas de raperos que llenaron todo el espacio de pintadas con sprays, empujaban las cosas, tiraban al suelo utensilios y finalmente hicieron un fuego. Ellos no me veían.

Y entonces me di cuenta, de que en el quirófano no me pusieron morfina, en el quirófano me morí… de dolor.

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 Historia: @zenalmor

Fotos: Mario Alfonso

Localizacion: Hospital, Galicia. Viaje 2014.

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El elefante del Hospicio

Publicado por Mario Alfonso el 20 febrero, 2017
Publicado en: Alemania. Etiquetado: abandono, Mario Alfonso, Peaton_pulse, urbex, urbexspain, zenalmor. Deja un comentario

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Me aburría, me aburría tanto que empecé a buscar juegos que pudiera jugar yo solo. Hacía 10 días que había cumplido 12 años, la edad que mis padres me dijeron que debería tener para que me regalaran un smartphone y habían cumplido su promesa, ya tenia mi smartphone, no era el iPhone 7 que era el que tenia mi hermana, pero mi madre me dijo que ese hasta que no tuviera 16 nada de nada, y fue tan tajante que la creí.

Así que tenía 12 años y tenía un móvil con internet, y ya tenia mi cuenta de instagram, de snatchat y mi facebook, vamos que ya era “normal”, pero a pesar de todo me aburría, así que empecé a buscar en internet juegos para jugar solo, y de ahí vi un enlace en el que me animaban a jugar al “Hitori Katurenbo”, yo leía manga, me encantaba el manga, me encantaba Japón, así que pinche en el enlace.

Tenia 12 años y pensaba que yo solo podría comerme el mundo, no le tenia miedo a nada y leí todo lo que ponía era un ritual para convocar y conectar con los espíritus o fantasmas. El enlace daba por hecho que la tierra está poblada por esos entes, pero no los pueden ver casi nadie, y la mayoría de las veces los fantasmas están buscando un cuerpo que poseer. Este ritual invocará a uno de estos espíritus, ofreciéndole un cuerpo que poseer, pero en vez de ser un cuerpo humano, será el de un peluche.

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Así que como yo ya tenía 12 años y no me gustaban los peluches porque yo ya era mayor, decidí coger a mi elefante de peluche y hacer el juego con él. Me fui al hospicio con el. El Hospicio es un enorme edificio abandonado que se encuentra a un kilómetro más o menos de mi casa cruzando un descampado, no hay viviendas alrededor, solo zarzas y ya habíamos conseguido entrar una vez el verano pasado, esa vez no iba solo, fuimos tres amigos y la verdad es que nos costó entrar, pero había una ventana que se podía abrir desde fuera y confiaba que aún siguiera así.

En casa tenia que hacer una serie de cosas, antes de hacer el juego, cogí un cuchillo de la cocina y le abrí en canal, le saque todo el relleno, y lo volví a rellenar con arroz, y mezclé con el arroz mis uñas cortadas (menos mal que no era muy de cortarme las uñas y las tenía largas) y me hice un corte en el dedo y eche unas gotas de mi sangre. Lo peor fue que luego tuve que coser la tripa del elefante con hilo rojo, y no fui capaz de encontrar hilo rojo, así que me acordé del hilo de pescar de mi padre, que era rojo, porque según el se ve mejor en le río, y le cogí para ir cosiendo la tripa haciendo agujeritos con unas tijeras y metiendo y sacando el hilo de pescar, tardé una eternidad, pero finalmente até los extremos y parecía que aguantaría.

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Así que con el muñeco cosido me fui hacia el Hospicio, era de noche por lo que sabía que me iba a costar encontrar la ventana, el muñeco pesaba más que antes y además llevaba un kilo de sal, por lo que no iba muy cómodo, y la linterna, vamos que iba equipado…

Encontré bastante rápido la ventana, me acordaba del verano que estaba al lado de una columna muy grande, y además no había tantas zarzas como recordaba por lo que llegar fue bastante más fácil de lo que pensaba.

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Entré y con la linterna exploré, el lugar daba más miedo de lo que recordaba, el corazón me iba a 1000 por hora, pero yo ya tenía 12 años y no tenía miedo a nada, así que me aguanté las ganas de irme corriendo y seguí explorando hasta que encontré un baño con bañera, recordaba haberlo visto en el verano, por eso cuando vi que el Hitori Katurenbo necesitaba de una bañera me acordé del Hospicio.

Llené la bañera de agua, menos mal que había, en eso no había pensado, pero salió con barro pero salió agua, al menos para llenarla, le eche el paquete entero de sal, y me propuse a bautizar al elefante: Se llamará Bruno, siempre me ha gustado ese nombre, mi madre me contó una vez que estuvieron a punto de ponérmelo a mi, pero finalmente me pusieron Angel, como mi padre.

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A las 3 de la madrugada, repetí el nombre del muñeco 3 veces y, a continuación, dije: “es mi turno“. Puse el muñeco en la bañera con el agua salada. Apagué la linterna y en total oscuridad metí mis brazos dentro de la bañera y los moví hasta dar con el muñeco, cuando lo encontré dije en alto “te encontré Bruno“. y con un lápiz le apuñalé. Solté al elefante encima  de una especie de cama, y con la linterna encendida corrí a esconderme. En el juego de internet ponía que no había que dejar de moverse, porque mis uñas y mi sangre que había metido dentro crea un nexo conmigo y hará que el muñeco me encuentre. También ponía que apuñalara al muñeco con un lápiz, porque era el arma que el muñeco usaría para apuñalarme si me encontraba, así que imagina que el juego es verdad y el elefante me apuñala con un cuchillo.

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El caso es que ya se ha hecho de día y el muñeco no me ha encontrado, y ahora se que para acabar el ritual tengo que encontrarle volverle a meter en la bañera salada, meterlo tres veces, secarlo y salir fuera a quemarlo, pero no encuentro al muñeco por ninguna parte, y en internet ponía que si dejas el ritual a medias pueden pasar muchas cosas malas a ti y a tu familia.

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Es hora de irme son ya las 8 de la mañana, mis padres se van a dar cuenta de que me he ido esta noche, salto por la ventana y volveré a casa. Espero que todos estén bien. Durante el camino de vuelta tenía la sensación de que alguien me seguía, no dejaba de mirar a mi alrededor pero no veía a nadie, cruce el descampado, desde allí el hospicio parecía mucho más grande, de repente el elefante se me abalanzó, pero no llevaba un lápiz, llevaba un enorme cuchillo que sujetaba perfectamente y que me clavó en el cuello, dejándome desangrar en medio del descampado.

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Historia de @zenalmor

Fotos de Mario Alfonso

Localización: Alemania, Viaje de 2016.

Otra perspectiva:

http://www.maquinasyescombrosurbex.com/2016/12/waterfall-hotel.html

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El Balneario

Publicado por Mario Alfonso el 13 febrero, 2017
Publicado en: Alemania. Etiquetado: abandono, Peaton_pulse, urbex, urbexspain, zenalmor. Deja un comentario

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Entonces, de repente lo recordé todo. Recordé a mi madre gritando, recordé a mi padre persiguiéndola con una escopeta, y me recordé a mi, abrazada a mi muñeca mirándolo todo a través de una rendija del armario en el que me había escondido.

 

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Recordé a Javier, a mi hermano, como me tapaba la boca para que no gritara, estaba escondido conmigo, de hecho era él el que me había empujado dentro del armario. Entonces mi padre disparó a mi madre, pero no se murió… llenó las bonitas baldosas del balneario de sangre, mi madre se agarro a una cortina,  intentó levantarse, pero se caía, se escurría con su propia sangre. Yo no podía casi respirar, mi hermano me apretaba tanto y dejó de girarme la cabeza hacia el fondo del armario, y pude verlo todo.

En el segundo disparo de mi padre, mi hermano lanzo un gemido, y el se volvió hacia el armario donde estábamos escondidos, Javier abrió la puerta y me grito:…. ¡¡¡Corre! y me empujó hacia fuera y el salió a empujar a mi padre… y corrí, corrí y corrí…

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Dejé detrás de mi los gritos de mi padre, me alejé de ellos, oí otro disparo pero ya lejano… llegué hasta la sala de baile, la noche anterior habíamos estado los cuatro cenando y acabamos bailando alrededor del piano, me escondí debajo del piano, no dejaba de abrazar a mi muñeca… tan fuerte que se le desprendió la cabeza, se hizo añicos en el suelo y entonces empece a llorar, asustada… quería que mi madre y mi hermano estuvieran conmigo, que me consolaran…y entonces olvidé… Olvidé a mi padre gritando, olvidé a mi madre ensangrentada, olvidé a mi hermano empujándome y gritándome que corriera.

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Entonces olvidé que estábamos de vacaciones y que habíamos ido a pasar todo el mes al balneario. Olvidé que mi padre llevaba muchos días gritando a mi madre, olvidé que mi hermano se había enfrentado a mi padre y él le había tirado al suelo de un bofetón, olvidé que mi madre me decía que no hablara delante de mi padre, olvidé que nuestra madre nos mandaba a la cama antes de que llegara mi padre a casa, porque podía estar de mal humor.

También olvidé que tuvimos que dejar el colegio porque mi padre quería que fuéramos al balneario porque tenía que hacer negocios. Lo olvidé todo, y cuando mi padre me encontró llorando debajo del piano no recordé quien era y me fui con el, porque lo que si recordé cuando vi a mi padre es que no tenia que llevarle la contraria, y desde entonces estoy a su lado, hasta hoy que por fin recordé, justo antes de que me disparara a mi con la misma escopeta con la que hace 2 años mató a mi madre y a mi hermano.

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Historia de @zenalmor

Fotos de Mario Alfonso

Localización: Alemania, Viaje de 2016.

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La Fábrica de Nubes

Publicado por Mario Alfonso el 17 mayo, 2016
Publicado en: Belgica. Etiquetado: abandono, Mario Alfonso, Pamestas, Peaton_pulse, urbexspain, zenalmor. 5 comentarios

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Recuerdo como si fuera ayer cuando Amaya me preguntó que quien hacia las nubes, no tendría aún ni cuatro años y tenía esa imaginación que solo pueden tener los niños de esa edad, en la que plantean su propia realidad y lo mejor de todo es que la entienden. Al principio no supe que responderla, sabía que si le contestaba algo que no la convenciera me lo seguiría preguntando así que me lancé y la contesté que las nubes se fabrican, no se hacían y que a lo largo del territorio español había varias de esas fábricas, que seguro que si íbamos de viaje, alguna veríamos. Parece que le convenció la respuesta y desde entonces todos los fines de semana debíamos coger el coche para ir a ver alguna fábrica de nubes.

Poco a poco nuestro vocabulario fue enriqueciéndose, los molinos de viento eran bosques de aire, las placas solares cajas de sol y así íbamos haciéndonos nuestro mundo de lugares preciosos y solos nuestros.

Uno de nuestros sitios favoritos era el palacio de los coches abandonados, había bastantes, pero sobre todo nos gustaba La Torre, miles y miles de coches abandonados, cada uno con su historia, y de todos nos inventábamos una. Este era de un matrimonio muy rico al que se le cruzó una oveja y para no atropellarla se chocaron con un árbol… este era de un chico joven que según se sacó el carnet cogió un coche y fue a buscar a su novia, y tenía tanta prisa que derrapo y se fue contra la cuneta,  este otro de unos abuelos que se saltaron un stop y que iban con sus nietos, y así nos podíamos pasar todo un sábado paseando entre los coches abandonados y contándonos el uno al otro sus historias.

Cuando Amaya cumplió 6 años la quise regalar el mejor viaje… y cuando comenzaron sus vacaciones escolares nos fuimos a Bélgica… en avión… era la primera vez que ella montaría en avión y pasó una semana muy nerviosa, no dejaba de preguntar cosas, la noche anterior a nuestro viaje se acercó a mí con una caja de madera y me dijo, “Papá con esto podemos guardar las estrellas y así tener luz todo el año”… y cuando le dije que como íbamos a coger las estrellas, ella contestó pues por la ventana… Hasta que no entró dentro del avión y vio que las ventanas no se pueden abrir no lo entendió. A pesar de eso fue un buen vuelo, y ella no dejaba de sonreír y de preguntar.

Yo había estado investigando por internet sobre los palacios abandonados que existían en Bélgica, había muchos y muy bien cuidados. Me había hecho un plano con el mejor recorrido, en Bruselas alquilamos un coche para poder movernos con libertad. Mi primera idea era viajar desde Madrid a Bélgica en coche, pero pensé que Amaya se cansaría y se aburriría pronto.

La primera noche, encontramos alojamiento en un hotel de Bruselas, muy céntrico y muy barato, Amaya estaba encantada de que en todas partes vendieran helados y chocolate, le encantó ver esas figuras enormes de chocolate, las casas de latón donde se guardaban los bombones, ver que allí la gente comía gofres en la calle, y sobre todo descubrió las naricitas rosas, como llamó a un bombón muy típico que tiene forma de nariz y que está relleno de frambuesa. Sé que ahora los hacen rellenos de cualquier fruta y que tienen muchos colores, pero cuando estuvimos solo existían los cuberdon de frambuesa.

Dentro de nuestro viaje planeado tenía que ver tres castillos emblemáticos de Bélgica: El de Chateau Noisy, el de Beersel y si Amaya aguantaba bien nos acercaríamos a Gante a ver el palacio de Gravensteen. Estos eran nuestros planes iniciales, planes que no pudimos llevar a cabo.

El primero de ellos, el de Chateau Noisy, estaba totalmente en ruinas, se encontraba en la ciudad de Celles, y aunque el ayuntamiento se había ofrecido a restaurarlo sus dueños se habían negado. La verdad es que cuando volví a Madrid, busque información sobre ese castillo, me enteré que había sido construido en 1866, que era de la familia Liedekerke-Beaufort, que lo habían construido para huir de la Revolución francesa, y que lo mantuvieron hasta la segunda guerra mundial donde se transformó en un orfanato que estuvo hasta 1980 y desde entonces lo habían dejado morir… una pena.

El castillo de Beersel, ese ya era otra historia, estaba en bastante buen estado, con tres grandes torres y rodeado de un gran foso. Amaya era la primera vez que veía un gran foso, y cuando le conté que así no podían asediar los castillos y que para eso se hacía, lo primero que pensó fue, pero las princesas no podrían tener amigas… le explique que las princesas tenían sus propias amigas en el castillo, y que allí aprendían todo lo que necesitaban para luego reinar… no creo que le convenciera mucho, porque todo el viaje de vuelta hacia preguntas relacionadas con el foso, y con los cocodrilos del foso… no le hizo gracia que no hubiera cocodrilos.

El tercer castillo ya no fuimos a verlo, Amaya ya estaba aburrida, así que decidimos volver, Beersel estaba muy cerca de Bruselas, devolvimos el coche y cogimos el primer avión que salía para Madrid. Todavía cuando viajo solo buscando abandonos, o en compañía, pienso en ese viaje y en lo feliz que fui con Amaya, escuchando sus cosas… y la hecho tanto de menos, que ahora cuando no quiere quedar conmigo, cuando siempre hay algo más importante que yo, recuerdo ese viaje y su risa cuando le conté que las princesas tienen a sus amigas con ellas en el castillo.

Texto: @Zenalmor

Fotografía:Mario Alfonso

Localización: Palacio en algún lugar cerca de París, Francia, de camino a Bélgica, 2014.

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Palacio del deposito de autos

Publicado por Mario Alfonso el 13 mayo, 2016
Publicado en: Belgica. Deja un comentario

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Este palacio lo encontramos por casualidad en el viaje que hicimos a Bélgica en 2014. Las fotos las tenía olvidadas y las encontré el otro día por casualidad. Espero que os gusten.

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El Belchite subterraneo

Publicado por Mario Alfonso el 29 abril, 2016
Publicado en: Belchite, Dominica Fanlo, Guerra civil española. Etiquetado: Fantasmas, José Miguel Alfonso Carrillo, Mario Alfonso, Pamestas, ruinas, urbexspain, zenalmor. 3 comentarios

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La primera vez que le vi, fue poco después de la navidad de 1940, sería aún diciembre, o quizá ya era Enero, no soy capaz de recordarlo. Nos habían dicho en el pueblo que la dirección general de Regiones Devastadas iba a instalar un destacamento penal en unas naves maltrechas que habían vallado y donde habían puesto una torre de vigilancia, realmente era un campo de concentración, aunque ellos no lo llamaban así, lo llamaban el seminario, el seminario de Belchite, y no eran presos republicanos, era un batallón de trabajo.

Estaba maltrecho, muy flaco, aterido de frio, caminaba con otros, pero él era el más alto, mi hijo Luis estaba frente a la tienda, o lo que quedaba de ella, recogiendo balas, en aquellos meses  era el juego de moda entre los niños de Belchite, buscar balas entre los cascotes o entre las paredes. Balas que se guardaban en una caja como si fuera un tesoro, yo no dejaba de mirar lo que hacía porque seguía estando asustada. La guerra había terminado, pero yo seguía mirando al cielo buscando un avión de la FARE. Me hacía gracia que en el pueblo les llamaran La gloriosa, la gloriosa?.  Esa gloriosa que había acabado con las calles, las casas, las ventanas y sobre todo los tejados de mi pueblo.

Por eso no dejaba de mirar que mi hijo estuviera bien, que siguiera jugando… y por eso vi a Pepe, les vi a todos, pero me fijé en Pepe, y pensé que seguro que tenía frio.

Los días pasaban despacio, muy despacio, era como que nada hubiera pasado. Los belchitanos somos gente tranquila, nos amoldamos a todo… al final aceptamos todo como si fuera lo único posible, como si fuera la única opción. Los presos de las Brigadas Internacionales se incorporaron tranquilamente a nuestro pueblo, y como tal lo aceptamos. Poco a poco sus familias se fueron incorporando al pueblo, era mejor ver a sus esposos y padre poco tiempo que no saber si seguía vivo. Algunos de estos familiares se instalaron en casas del pueblo, otros en cabañas cerca de los huertos, y otros en unas naves abandonadas cerca del antiguo seminario, Ahí, en ese paraje que en el pueblo lo llamaban La Rusia, ahí vivía Pepe y su familia, que a los dos meses de vivir en Belchite se trasladó a estar junto a él.

Hasta que la familia de Pepe se trasladó a Belchite, yo le vi pasar todos los días… le vi pasar con frio, serio, triste, me fije en sus manos, grandes y llenas de heridas. Unas manos que no estaban acostumbradas al trabajo con piedras,… un día cuando volvían le dije a mi hijo Luis que le entregara un abrigo de mi marido, que tenía hacia días en la tienda con el fin de atreverme a entregárselo, y se lo entregó, le dijo algo y señaló hacia donde estaba yo. Miró hacia la tienda, cogió el abrigo, se lo puso y siguió caminando junto a su batallón.

Desde el día en que Pepe se puso el abrigo de Fernando no se lo quitó, seguía pasando por delante de la tienda cada día por la mañana y volviendo cada noche, pero desde ese día miraba hacia la tienda y me saludaba, levantaba su mano y hacía un gesto de afirmación con la cabeza.

Los presos podían salir después de su “trabajo”, y Pepe comenzó a pasear solo por delante de la tienda, ya de noche. Yo le veía pasear por la calle, hacia arriba y hacia abajo, a veces se paraba delante del enorme ventanal que hacia de escaparate, en la plaza y se liaba un cigarrillo y se lo fumaba con lentitud, ensimismado en sus pensamientos.

Una de esas noches, en los que parado delante de casa se fumaba con parsimonia su cigarrillo, me atreví a salir en la oscuridad de la noche, sabiendo que no me vería nadie, solo él. Me acerque y me presenté, el ya sabía como me llamaba, se lo habrían dicho en el pueblo, se señaló el abrigo y sonrió. Era la primera vez que sonreía. No tenia dientes. En ese momento no me atreví a preguntar nada, al cabo de los días me contó que había sido encarcelado en una cárcel en Madrid, en la calle General DiazPorlier, y que le habían torturado hasta que perdió todos sus dientes. No quise preguntarle como, no quería hacerle recordar.

La mayoría de los presos que se encontraban en Belchite eran extranjeros, se les pagaba dos pesetas y media diarias, más dos pesetas más por cada hijo que tuvieran y que viviera con ellos, así que la familia de Pepe se trasladó a Belchite a los dos meses, se alimentaban con menos de 10 pesetas diarias, lo que en esa época no estaba demasiado mal. Y yo intenté ayudarlos con todo lo que pude.

Eran cuatro, además de Pepe, su mujer, María Asunción, y sus tres hijos, Marisun, Felipe y Vicente, que no era más que un bebé y que aprendió a andar y a hablar en Belchite. Marisun era una niña asustada, a sus 10 años había vivido ya muchas cosas, se sentía una adulta y cuidaba de su madre y de sus hermanos con un esmero que ya quisieran otras. Se preocupaba de lo que hacia Felipe, donde estaba y donde iba. Y Felipe no dejaba de asustarla, aunque la adoraba, la seguía a todas partes y se cuidaban mutuamente. Me gustaba esa familia. Asunción comenzó a pasarse por la tienda por las tardes, se convirtió en una más de la novela, se traía a los niños y así pasábamos la tarde.

Un día, otra de las vecinas que venia a casa a escuchar la novela por la tarde, nos contó que los belchitanos y algunos presos estaban construyendo pasadizos subterráneos para esconderse. La gente comunicaba sus bodegas con otras bodegas para poder esconderse y comunicarse entre ellos sin riesgo. Y esos túneles, ese Belchite subterráneo sigue aún bajo tierra, ahí escondidos se mantienen documentos y objetos de valor histórico sobre el pueblo, la guerra y la vida cotidiana durante el conflicto.  A partir de ese momento, Pepe y yo utilizamos los túneles para comunicarnos, para hablar, para llorar nuestras penas. Para hacernos amigos.

Fotos: Eva Saez y Mario Alfonso

Texto:@Zenalmor

Otras parte de la historia de Dominica Fanlo:

https://urbexspain.com/2015/12/25/me-llamo-dominica-fanlo-estoy-muerta-y-vivo-en-belchite/

https://urbexspain.com/2016/01/01/segun-cuentan-belchite-siempre-ha-sido-un-lugar-de-guerras/

 

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