
Después de gritos, carreras, golpes, pisar a gente, consigo entrar en un colmado, había una plancha de metal como de unos quince centímetros, supongo que de los dueños y consigo taponar la puerta, busco muebles, todos están rotos, creo que la horda ya ha pasado por aquí.
Intento mover el mostrador que tiene una vieja caja registradora, pero no puedo con el, pesa mucho, así que voy cogiendo los restos de muebles que hay esparcidos por el colmado y los voy colocando a modo de fuerte delante de la plancha de metal. Fuera se siguen oyendo los gritos, pero he de reconocer que cada vez se oyen como más lejanos. Algún llanto ocasional, llamadas de auxilio y, sobre todo, el desagradable sonido de la salivación mientras se mastica. Ignoro cuántos quedaremos sanos, limpios, inmaculados o como a bien tengan llamarnos. Sí estoy seguro de que, en mi grupo, apenas salimos doce. Por el camino, siete sufrieron infecciones varias por dentelladas y arañazos. Tres tropezaron entre sí, quedando a merced de las criaturas, otrora compañeros, que necesitaban transmitir la virulencia. Solo quedábamos Mario y yo, que seguíamos corriendo como posesos, y que en un arrebato de heroicidad, viéndonos completamente cercados, me empujó al colmado, interponiendo su cuerpo lacerado entre la puerta y la plaga atrancando la gran plancha de metal.
Estoy orgulloso de él, ¡cómo no estarlo! ¿Hubiera hecho yo lo mismo? A saber. Ahora no puedo pensar en eso, tan solo en contar los gritos que quedan para que todo acabe. ¿Cuánto durarán las criaturas? ¿Cómo será el mundo cuando vuelva a atravesar la plancha de metal? ¿Cómo podré abrirla? Me consuelo esperando que quien la construyera hubiera tenido en cuenta cualquier contratiempo. Oigo ruidos, ¿se ha caído una de las estanterías de víveres? No, son pasos. Pero es imposible: estoy solo en el colmado, nadie entró conmigo y fui yo quien lo abrió, cerró Mario. Espera, ¿Qué hay en la puerta? Mejor comprobar que cierra. Mierda; está atrancada, sí,… pero por dentro.
Historia de @zenalmor