
Me aburría, me aburría tanto que empecé a buscar juegos que pudiera jugar yo solo. Hacía 10 días que había cumplido 12 años, la edad que mis padres me dijeron que debería tener para que me regalaran un smartphone y habían cumplido su promesa, ya tenia mi smartphone, no era el iPhone 7 que era el que tenia mi hermana, pero mi madre me dijo que ese hasta que no tuviera 16 nada de nada, y fue tan tajante que la creí.
Así que tenía 12 años y tenía un móvil con internet, y ya tenia mi cuenta de instagram, de snatchat y mi facebook, vamos que ya era «normal», pero a pesar de todo me aburría, así que empecé a buscar en internet juegos para jugar solo, y de ahí vi un enlace en el que me animaban a jugar al «Hitori Katurenbo», yo leía manga, me encantaba el manga, me encantaba Japón, así que pinche en el enlace.
Tenia 12 años y pensaba que yo solo podría comerme el mundo, no le tenia miedo a nada y leí todo lo que ponía era un ritual para convocar y conectar con los espíritus o fantasmas. El enlace daba por hecho que la tierra está poblada por esos entes, pero no los pueden ver casi nadie, y la mayoría de las veces los fantasmas están buscando un cuerpo que poseer. Este ritual invocará a uno de estos espíritus, ofreciéndole un cuerpo que poseer, pero en vez de ser un cuerpo humano, será el de un peluche.

Así que como yo ya tenía 12 años y no me gustaban los peluches porque yo ya era mayor, decidí coger a mi elefante de peluche y hacer el juego con él. Me fui al hospicio con el. El Hospicio es un enorme edificio abandonado que se encuentra a un kilómetro más o menos de mi casa cruzando un descampado, no hay viviendas alrededor, solo zarzas y ya habíamos conseguido entrar una vez el verano pasado, esa vez no iba solo, fuimos tres amigos y la verdad es que nos costó entrar, pero había una ventana que se podía abrir desde fuera y confiaba que aún siguiera así.
En casa tenia que hacer una serie de cosas, antes de hacer el juego, cogí un cuchillo de la cocina y le abrí en canal, le saque todo el relleno, y lo volví a rellenar con arroz, y mezclé con el arroz mis uñas cortadas (menos mal que no era muy de cortarme las uñas y las tenía largas) y me hice un corte en el dedo y eche unas gotas de mi sangre. Lo peor fue que luego tuve que coser la tripa del elefante con hilo rojo, y no fui capaz de encontrar hilo rojo, así que me acordé del hilo de pescar de mi padre, que era rojo, porque según el se ve mejor en le río, y le cogí para ir cosiendo la tripa haciendo agujeritos con unas tijeras y metiendo y sacando el hilo de pescar, tardé una eternidad, pero finalmente até los extremos y parecía que aguantaría.

Así que con el muñeco cosido me fui hacia el Hospicio, era de noche por lo que sabía que me iba a costar encontrar la ventana, el muñeco pesaba más que antes y además llevaba un kilo de sal, por lo que no iba muy cómodo, y la linterna, vamos que iba equipado…
Encontré bastante rápido la ventana, me acordaba del verano que estaba al lado de una columna muy grande, y además no había tantas zarzas como recordaba por lo que llegar fue bastante más fácil de lo que pensaba.

Entré y con la linterna exploré, el lugar daba más miedo de lo que recordaba, el corazón me iba a 1000 por hora, pero yo ya tenía 12 años y no tenía miedo a nada, así que me aguanté las ganas de irme corriendo y seguí explorando hasta que encontré un baño con bañera, recordaba haberlo visto en el verano, por eso cuando vi que el Hitori Katurenbo necesitaba de una bañera me acordé del Hospicio.
Llené la bañera de agua, menos mal que había, en eso no había pensado, pero salió con barro pero salió agua, al menos para llenarla, le eche el paquete entero de sal, y me propuse a bautizar al elefante: Se llamará Bruno, siempre me ha gustado ese nombre, mi madre me contó una vez que estuvieron a punto de ponérmelo a mi, pero finalmente me pusieron Angel, como mi padre.

A las 3 de la madrugada, repetí el nombre del muñeco 3 veces y, a continuación, dije: “es mi turno“. Puse el muñeco en la bañera con el agua salada. Apagué la linterna y en total oscuridad metí mis brazos dentro de la bañera y los moví hasta dar con el muñeco, cuando lo encontré dije en alto “te encontré Bruno“. y con un lápiz le apuñalé. Solté al elefante encima de una especie de cama, y con la linterna encendida corrí a esconderme. En el juego de internet ponía que no había que dejar de moverse, porque mis uñas y mi sangre que había metido dentro crea un nexo conmigo y hará que el muñeco me encuentre. También ponía que apuñalara al muñeco con un lápiz, porque era el arma que el muñeco usaría para apuñalarme si me encontraba, así que imagina que el juego es verdad y el elefante me apuñala con un cuchillo.

El caso es que ya se ha hecho de día y el muñeco no me ha encontrado, y ahora se que para acabar el ritual tengo que encontrarle volverle a meter en la bañera salada, meterlo tres veces, secarlo y salir fuera a quemarlo, pero no encuentro al muñeco por ninguna parte, y en internet ponía que si dejas el ritual a medias pueden pasar muchas cosas malas a ti y a tu familia.

Es hora de irme son ya las 8 de la mañana, mis padres se van a dar cuenta de que me he ido esta noche, salto por la ventana y volveré a casa. Espero que todos estén bien. Durante el camino de vuelta tenía la sensación de que alguien me seguía, no dejaba de mirar a mi alrededor pero no veía a nadie, cruce el descampado, desde allí el hospicio parecía mucho más grande, de repente el elefante se me abalanzó, pero no llevaba un lápiz, llevaba un enorme cuchillo que sujetaba perfectamente y que me clavó en el cuello, dejándome desangrar en medio del descampado.

Historia de @zenalmor
Fotos de Mario Alfonso
Localización: Alemania, Viaje de 2016.
Otra perspectiva:
http://www.maquinasyescombrosurbex.com/2016/12/waterfall-hotel.html
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...