Tropezó y cayó de bruces contra la silla, apenas sintió el brote templado de la sangre que rodeó su mejilla, perfilando la base de su tosca nariz achatada. Los gritos cesaron cuando se incorporó, mantuvo durante un segundo aquel latido eterno que se antepuso al silencio. Se arrimó a la ventana, abriendo con dos dedos una rendija en la persiana, la calle amanecía gris y azulada, vacía, distinta… Mario, pensó «Es lo que tienen los abandonos»
Una mujer desaliñada vagaba sobre la mediana, casi podía escuchar su ahogado lamento, la reconoció al instante por su raído pelo canoso, era la vieja panadera, la que el día anterior les había dicho a él y a los Guirlache donde estaba el palacio abandonado
Con el torso de la mano se frotó la frente, ahora empapada en sudor frio, pálida, tibia como el hilo de sangre que penetraba por la comisura derecha de sus labios.
La tensión inundó sus venas al contemplar como la delantera de aquel coche quebraba de un seco impacto la cadera de la vieja. Se agachó atrapando sus tripas para evitar que una arcada lo delatase, aguantó la tos, el vómito y el llanto que cegaba sus ojos enrojecidos. Sus manos temblaron al ritmo de la respiración que le atenazaba los tímpanos. Atemorizado, en ese momento se dio cuenta de donde estaba.. que los Guirlache no estaban y que el estaba solo en el mundo… rodeado de muertos.
Gracias
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Que belleza. El relato y las fotos mejoradas. Enhorabuena a los dos.
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cual es direccion?, gracias 🙂
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